NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO (1543-1549) DEL ESCULTOR JUAN DEJUNI: DEVOCIÓN DE LA EXTINGUIDA COFRADÍA DEL ROSARIO, (TAMBIÉN LLAMADADE LA O y DE LAS CANDELAS) FUNDADA EN EL CONVENTO DE SANTO DOMINGO DE LEÓN.

Nuestra Señora del Rosario. Juan de Juni. León. Foto G. Márquez
Son muchas las cofradías leonesas que el tiempo ha borrado de la memoria de sus gentes e incluso a nivel patrimonial y documental. Sin embargo, las iglesias de este antiguo reino guardan en algunos retablos, sacristías y camarines, representaciones del Señor, de su Santa Madre y de algunos Santos, que aglutinaron la devoción, la oración, y la esperanza de nuestros antepasados, y quizás la más destacada desde la perspectiva del arte, se encuentra hoy en la hornacina central del retablo de la Invención de la Santa Cruz en la Iglesia de Santa Marina de la capital de León. 
En el mes en que la Iglesia Católica celebra la fiesta de la Bienaventurada Virgen María del Santísimo Rosario, el día 7 de octubre, quiero recuperar del olvido y destacar a la magnifica Virgen del Rosario que el genial escultor Juan de Juni realizó por encargo testamentario de Catalina de Pimentel, Condesa de Luna, a fin de ser el centro devocional de la cofradía de Nuestra Señora del Rosario fundada en el convento de Santo Domingo.

1. La devoción a la Virgen del Rosario. Notas breves sobre su origen, impulso y generalización.

La devoción a Nuestra Señora del Rosario comenzó con la visión que tuvo Santo Domingo de Guzmán, cuando se le apareció la Santísima Virgen sustentando un rosario en el año 1208. Ello fue motivo para que la orden de los dominicos promovieran y cuidasen de mantener en los templos de sus conventos la representación de la Virgen y divulgasen los misterios vinculados a los rezos del Santo Rosario.

La invocación a la Virgen mediante el rezo del rosario aportó a las tropas cristianas el triunfo contra los Turcos en la Batalla de Lepanto, y esta se produjo mientras el papa dominico San Pío V (1566-1572) se encontraba rezando el rosario. Así, por el reconocimiento de protección de la Santísima Virgen sobre la Santa Liga, que se había encomendado a esta, el pontífice fijó la fiesta de la Virgen de las Victorias, para el día 7 de octubre, ya para el año 1572, en conmemoración de la creencia en que la Santísima Virgen fue la protectora de las tropas cristianas contra el ejercito turco en la batalla de Lepanto, (7 de octubre de 1571) y además añadió a las Letanías a la Santísima Virgen, el título de "Auxilio de los Cristianos", y encargó la divulgación de la devoción de la Madre del Rosario a la orden de los dominicos.

Como nota aparte, fue en aquella batalla naval donde el universal Miguel de Cervantes participó, saliendo herido y ganándose el apodo de "el manco de Lepanto".

Muy pronto, el sucesor de San Pío V, el papa Gregorio XIII (1582-1585) impulsó la devoción del Rosario, ya que cambió la denominación de la festividad de la Virgen de las Victorias por la de Nuestra Señora del Rosario en 1573, y estableció su celebración en el primer domingo del mes de octubre, si bien se sigue manteniendo el 7 de octubre, aunque algunos dominicos hacen la celebración el primer domingo, ya que Inicialmente sólo  podía celebrarse en las iglesias de los frailes predicadores en las que estuviera establecida una cofradía del Rosario con altar propio. En Papa Clemente XI declaró la extensión a toda la Iglesia para la celebración solemne de esta festividad en 1716, y finalmente, el papa Benedicto XIII la introdujo en el Breviario romano y Pío X la fijó definitivamente el 7 de octubre.

2. Nuestra Señora del Rosario de León, obra de Juan de Juni por encargo de Catalina de Pimentel, Condesa de Luna, para la cofradía de Nuestra Señora del Rosario del Convento de Santo Domingo.

Hasta aquí aún no nos hemos referido a la Madre del Rosario de León, pero podemos observar que antes de la generalización de esta devoción mariana por parte de las jerarquías eclesiásticas, León ya tenía una representación de la Virgen del Rosario que, además, constituyó un modelo original y único, siendo encargado a uno de los más importantes escultores que trabajaron en España durante el siglo XVI, Juan de Juni. (1507-1577)

Nuestra Señora del Rosario. Juan de Juni. León. Foto G. Márquez
En lo que respecta a la Virgen del Rosario de León, no existe una gran bibliografía, y resulta algo sorprendente que una obra de Juan de Juni de tal importancia pase por desconocida y desapercibida por los propios leoneses.

En el Catálogo Monumental de España, referido a la provincia de León, (1906-1908) de Manuel Gómez Moreno, se señala en la Iglesia de Santa Marina, "En el altar mayor, grupo de la Sagrada Familia, en tamaño natural, sentada la Virgen en gran silla, con libro abierto en la mano y atendiendo, risueña, a los dos niños que se acarician. Llamanle la Virgen de las Candelas o del Rosario, y consta que D.ª Catalina de Pimentel, condesa de Lemos, mandó hacerla para su capilla en el convento de Santo Domingo de esta ciudad, y que es obra de 'maestro Juni, vecino de la villa de Valladolid', antes de 1549, fecha del testamento, donde así se consigna. Ello no hacía falta para reconocerla como una de las producciones más correctas, simpáticas, y notables del gran escultor; sin embargo, es casi desconocida, aun para los leoneses."

La Guía Artística de León de Raimundo Rodríguez y Winocio Testera (1923) también describe en la iglesia de Santa Marina de León "(...) la imagen bellísima del Rosario con el niño Jesús y San Juan, obra de Juan de Juni, fue estofada en 1768, pero sin permitir al pintor que toque en las encarnaciones principales."

Nuestra Señora del Rosario. Juan de Juni. León. Foto G. Márquez
En 1977 la revista Tierras de León (nº 27) dedicó buena parte de su edición a la obra de Juan de Juni en León, como Homenaje en el IV Centenario de su muerte, (abril 1577 - abril 1977) en el capítulo "Notas para el estudio del Arte en León (IV)" con diversos artículos realizados por investigadores de la Historia del Arte, y dos de ellos trataban sobre la Virgen del Rosario de Juan de Juni.

El profesor Manuel Valdés se refirió al testamento de Catalina Pimentel, Condesa de Luna, redactado el 19 de diciembre de 1541, donde afirmaba la reinstauración de la cofradía de Nuestra Señora del Rosario del convento de Santo Domingo, y en el mismo manda que se haga una imagen de la Virgen del Rosario, "muy devota y perfecta" para que se coloque en la capilla de la epístola del citado convento.

Un nuevo testamento de la mecenas Catalina Pimentel en 1549 vuelve a señalar que la capilla estará dedicada a Nuestra Señora del Rosario, y que se ponga en dicha capilla la imagen. "que hizo maestro Juni vecino de la villa de Valladolid."

El artículo también data la regla de la cofradía de Nuestra Señora del Rosario en octubre de 1543, así como su aprobación por el Obispo de León el 14 de febrero de 1549.

M. Valdés, concluye en la datación de la Virgen del Rosario entre 1543, momento de la redacción de los estatutos de la cofradía del Rosario, y 1549, fecha del ultimo testamento de la Condesa de Luna, donde ya se cita como obra realizada en Valladolid por Juan de Juni, donde reside ya el escultor, y por tanto allí debió tallar la imagen el gran maestro. (M. Valdés Fernández. "Dos encargos a Juan de Juni" (El testamento de Catalina Pimentel, condesa de Luna») Notas para el estudio del Arte en León  (IV), Tierras de León, n º 27, León, 1977, págs. 33-35.)

La edición de la citada revista, Tierras de León de abril de 1977, contiene un segundo artículo sobre la Virgen del Rosario a cargo del profesor Fernando Llamazares, que nos amplia los datos sobre la bella imagen y su cofradía.

Niño Jesús y San Juan Bauntista del grupo de Nuestra Señora del Rosario. Juan de Juni. León. Foto G. Márquez
Así, F. Llamazares nos transmite que la hermandad del Rosario fundada en el convento de Santo Domingo, hacía sus procesiones en las fiestas de Pascua de Resurrección, la víspera de la Asunción, víspera de Navidad y el día de la Purificación, según un  libro de la compañía de Nuestra Señora del Rosario que comienza en 1690 y se guarda en el Archivo Histórico Diocesano de León. Aún más nos desgrana, puesto que en el año 1768 "los cofrades deciden que se estofe con la mayor prolijidad el ropaje de la Virgen sin que se permita al pintor a que se omita toque a las encarnaciones suaves que tienen los niños y Santa ymagen, advirtiéndole finja en los ropajes sin perdonar gasto los mejores tintes con el fin de que trayéndose igualmente algunas flores de brillo para adorno de la santa ymagen y niños."

Algunas referencias más nos proporciona F. Llamazares, respecto la realización de su camarín y retablo en el convento de Santo Domingo durante el siglo XVIII, sobre su análisis artístico y de la gran peculiaridad de esta Virgen del Rosario que no porta el atributo propio de su devoción y por ello hace que la obra sea única y excepcional, no solo en su realización técnica, sino en la creación de un modelo diferente por parte de Juan de Juni, escultor de origen francés y que llega a León en la década de 1530, y se casa con la leonesa Catalina de Montoya antes de fijar su taller en la ciudad de Valladolid. (F. Llamazares Rodríguez. "La Virgen del Rosario de Juan de Juni". Notas para el estudio del Arte en León. (IV) Tierras de león, nº 27, León, 1977, págs. 36-40.)

Respecto a la cofradía, se documenta en 1772 dentro del informe del Ayuntamiento de León en contestación de la Real Orden del Conde de Aranda sobre el inventario, funciones y gastos de las todas las cofradías en la Corona de Castilla. En el mismo se señala que "La Cofradía de Nuestra Señora del Rosario hace su función principal el día de las Candelas, la sirven los Caballeros y Personas principales de la Ciudad y les costará servirla trescientos Reales."  Además, al igual que sucedió con la cofradía de la Vera Cruz del convento de San Francisco, el Ayuntamiento buscó proteger a esta mariana cofradía de la orden de extinción del propio Conde de Aranda, y así señala que "La Cofradía del Rosario también conviene que se conserve para excitar a los fieles a tan Santa Devoción, y que Logren el Copioso Tesoro de Indulgencias concedidas por ella, Respecto de que sobre ser los Abades personas de la primera distinción y de las mayores Conveniencias es muy poco respectivamente lo que ponen de su Caudal, en las funciones que hacen."

La exclaustración y desamortización de 1835 provocó que la imagen de Nuestra Señora del Rosario abandonase el templo y convento que la acogió desde su origen, si bien ya se encontraría bastante deteriorado desde el incendio acaecido en 1809. Así se trasladó a la iglesia de Santa Marina, lugar donde hoy se encuentra presidiendo el altar mayor y donde, reproduciendo las palabras del profesor F. Llamazares en su artículo citado, por "la gran altura a la que ha sido colocada impide poder seguir disfrutando de su goce estético." Respecto a la cofradía que acompañó a la Madre del Rosario, desapareció, se extinguió y aún no tenemos datos como para conocer más.

3. A modo de conclusión y reflexión.

Nuestra Señora del Rosario. Juan de Juni. León. Foto G. Márquez
Esta visión sobre la Virgen del Rosario de Juan de Juni y de su cofradía, así como su olvido en el presente ante la "celebración de su festividad" el próximo 7 de octubre, conlleva una reflexión puramente cofrade que me lleva a pensar en el nulo empeño que las cofradías leonesas, sobre todo las de nueva fundación durante el siglo XX, y mayormente las originadas en la década de 1990, han puesto en la recuperación de aquellas hermandades ya fundadas hace siglos y cuya labor de reinstauración hubiese supuesto un verdadero y fundamentado objetivo de recuperación de las devociones religiosas de nuestra tradición y costumbres, además de ser motivo para recuperar y velar por un patrimonio, que en el caso de la imagen de Nuestra Señora del Rosario en la actual iglesia de Santa Marina de León, resulta irrepetible y excepcional.

Por otro lado, este es un ejemplo más, de como ha de ser la unión entre la denominación de una cofradía y la imagen a la que rinden devoción los hermanos y hermanas de la misma, es decir la correspondencia y coherencia con la que nuestros antepasados promovían y fundaban cofradías piadosas, sacramentales, penitenciales y otras, y que en nuestra ciudad no se han cumplido, puesto que parece que un día se dio salida a la carrera del "todo vale", dando igual si lo representado tenía que ver con la advocación, si la nueva hermandad tenía una imagen titular alrededor de la que originar y desarrollar su devoción, si esta se guardaba en un almacén para "sacar de paseo" una vez al año y justificar el ponerse un habito penitencial y largo etcétera de situaciones que me continúan haciendo pensar que cualquier tiempo cofrade pasado en León era mejor, más riguroso, más sentido, más lógico y más serio.

La tercera conclusión que puedo apuntar, resulta de pensar en cómo nuestros antepasados buscaron, en la medida de lo que pudieron, que la imagen que les sirviese de guía espiritual fuese más que un trozo de madera medianamente tallado y policromado. El Arte ha acompañado las creaciones humanas para representar una idea de lo divino materializado en una escultura o una pintura que tal y como fijó el Concilio de Trento, moviese a devoción al pueblo, y sobre este aspecto, solo cabe la decepción y la prudencia al tener que justificar, explicar y escribir sobre un buen número de tallas de la Semana Santa leonesa que no tienen nada a destacar, y que no se corresponden con imágenes que centren la piedad y la devoción de los ciudadanos de la capital de un antiguo reino, porque son más propias de artesanos que trabajaban en entornos rurales aislados del siglo XVII, y que trataban de imitar aquellos modelos que los talleres de las grandes capitales realizaban.

Retablo de la Sant Cruz con Nuestra Señora del Rosario. Iglesia de Santa Marina. León. Foto G. Márquez
A breves horas de la celebración instituida para festejar la devoción al misterio de Nuestra Señora del Rosario, 7 de octubre, me gustaría invitar al lector a acercarse a la iglesia de Santa Marina de León y, a pesar de la dificultad, dejarse seducir por la genial obra que Juan de Juni entregó a la Condesa de Luna, y que fue la guía de cofrades leoneses que fueron, que no la acompañaban con una túnica en una procesión penitencial, ni hacían distinciones entre hombres y mujeres, y quizás, algún cofrade leonés, alguna junta de seises de las de nuestra Semana Santa, pudiese decidir recuperar tanto el nombre, como la devoción e imagen de Nuestra Señora del Rosario.

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